El próximo domingo, 25 de noviembre de 2018, Día Internacional contra la Violencia Machista, acudiremos todas, guerrilleras, a las calles y las plazas, volveremos a gritar que se haga justicia, que se actúe ya con eficacia, rotundidad y firmeza, que se implanten inmediatamente todas las medidas necesarias para frenar de una vez por todas el triste calvario que nos acecha.
Víctimas hemos sido todas: la violencia sexual, la simbólica, la institucional, nos han recorrido de arriba a abajo, en nuestras vidas de mujer, herencia vergonzante de dictaduras patriarcales, pegajosa suela que no nos deja volar y liberarnos.
Son 73 mujeres asesinadas en lo que llevamos de año; nos indigna que aún desde páginas oficiales sigan sin contabilizarse todas las personas que ha matado la violencia machista, porque sabemos que si me mata el novio de mi sobrina, es asesinato machista; si me mata la expareja de mi hermana, es asesinato machista; si me mata el marido de mi madre, es asesinato machista. Repetimos el calificativo «machista» como germen virulento de tanta crueldad. Los feminicidios son la punta de un iceberg que se sostiene en una estructura violenta, flotando en un mar de persistente machismo; y es que aún falta, lo sabemos todas, educación feminista, desde la escuela hasta la magistratura; desde la aldea hasta la capital; desde el Ayuntamiento hasta el Congreso.
Pero estamos en lucha y vamos ganando batallas como la de haber conseguido en Castilla – La Mancha una ley para una sociedad libre de violencia. Estaremos de nuevo aquí, vigilantes para que se aplique. Somos nosotras las que hablamos, por las que están y por las que ya no tienen voz; porque como decía la mariposa Minerva Mirabal «si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte.»